Ser una persona transgénero en el mundo actual es como vivir en el ojo de un huracán. De la noche a la mañana, en todos los sitios de información, prensa y redes sociales, el escrutinio hacia las personas trans se ha incrementado exponencialmente como consecuencia directa de la mayor la visibilidad que hoy recibimos de parte la cultura de masas. La atención es constante, ya sea porque una atleta trans de Nueva Zelanda va a competir en las olimpíadas de verano en Tokio o porque Kataluna Enriquez, una transgénero filipino-estadounidense, se dispone a ser la primera mujer trans en participar en el Miss Estados Unidos de 2021.
A este panorama se suma la aparición de leyes en contra de las personas transgénero en todo el país, dirigidas en su mayoría a cerrar las vías para que jóvenes trans puedan participar en deportes y actividades escolares, y que chocan con el apoyo de la naciente Administración del presidente Joe Biden hacia nuestra comunidad.
Con todo esto, es apenas entendible la ansiedad y los altos niveles de estrés que afrontamos en nuestra comunidad; también que nuestro día a día sea muchísimo más complejos que el de una persona cisgenero.
Sin embargo, dentro de todas las circunstancias de la vida, siempre hay lecciones importantes y es precisamente ante la adversidad cuando necesitamos mantener una actitud positiva y de resiliencia.
Las personas transgéneras estamos, por naturaleza -o debido a ella-, equipadas para anteponernos ante las más extremas adversidades. Puede sonar como un cliché, pero es imperativo poner en una balanza todos los aspectos de nuestra vida actual y ver las cosas positivas que tenemos luego de un 2020 tan difícil, marcado por una pandemia que nos ha golpeado en lo más hondo a todos. ¿Tenemos salud? ¿Un techo? ¿Empleo? ¿Un entorno positivo y una red de personas que nos apoyan? Pues debemos comenzar a contar nuestras bendiciones y sumar todo lo que nos trae alegría en este breve paseo por la Tierra.
Las personas trans debemos ser sumamente organizadas, trazarnos metas reales y trabajar duro para cumplirlas. No preocuparnos si dichas metas se retrasan, ya que muchas de estas cosas estarán siempre fuera de nuestro control.
Yo durante toda la pandemia me dediqué casi obsesivamente a tener una dieta más “femenina”, a comer más sano, a aprender de nutrición. Llamé a mi centro médico en Washington DC, @Whitman-Walker, y pregunté si tenían un nutricionista disponible y para mi sorpresa la respuesta fue afirmativa. Logré fijar una cita y comenzar un proceso con una nutricionista profesional que me ha respondido todas mis dudas para diseñar una dieta más balanceada. Todo esto ocurrió durante la pandemia.
No sólo logré no aumentar una libra, sino que bajé más de 20 en los últimos 12 meses, lo cual jamás imaginé sería posible a mis 46 años. Todo esto me ha traído una enorme satisfacción, especialmente al ver mi nueva imagen y lucir mi ropa nueva.
El cambio me costó muy poco dinero. He aprendido a manejar mi presupuesto de comida muchísimo mejor que antes y me he sentido muy feliz al respecto. Además, comencé a tomar 30 minutos para caminar al día, alcanzando la máxima cantidad de tiempo que la semana permita. Con ello dejé atrás los aparatos electrónicos que tanto estrés me generaban y me impedían disfrutar del bosque frente a mi casa. El resultado de estas dos pequeñas acciones ha sido enorme en mi día a día y a un costo relativamente nulo.
Aunque pueda ser difícil obtener cierto tipo de ayudas, ya que los servicios para las personas trans no son abundantes en todos los códigos postales del país, si algo tiene de positivo la época en la que vivimos es la disponibilidad de información y las opciones disponibles al alcance de la mano.
No dejemos de luchar por sentirnos bien, por aceptarnos, por valorar nuestro cuerpo. Es el único que tenemos. La tarea debe ser siempre ponernos en primer lugar, luchar por encontrar la paz que tanto ansiamos y asumirnos como mujeres transgéneros. ¡Nunca te rindas! ¡Y sigue adelante que tú puedes!