Cuando pensamos en el consentimiento, solemos pensar en sexo. Según el Código del Distrito de Columbia, “‘Consentimiento’ se refiere a palabras o acciones manifiestas que indican un acuerdo libre para el acto o contacto sexual en cuestión. La falta de resistencia verbal o física, o sumisión, por parte de la víctima, como resultado del uso de la fuerza, amenazas o coerción por parte del acusado no constituirá consentimiento”.
El consentimiento sexual es crucial, pero ¿qué pasaría si lo consideráramos algo más amplio, algo que practicamos en todos los ámbitos de la vida? Ya sea al aceptar un favor, una reunión, un abrazo o una conversación, tenemos derecho a detenernos, reflexionar y decidir. Tenemos derecho a elegir, a decir que sí, o a no. Y merecemos que esa decisión se respete.
Practicar el consentimiento en la vida cotidiana significa respetar nuestros límites y reconocer el valor de nuestro tiempo, energía y sentimientos. No se trata solo de comunicarnos claramente con los demás, sino también de reflexionar sobre nosotros mismos: ¿De verdad quiero hacer esto? ¿Digo que sí porque lo siento o porque siento que debo hacerlo?
Aquí es donde entra en juego el sí lento.
¿Por qué practicar el sí lento?
A veces decimos que sí incluso antes de saber cómo nos sentimos. Nos pillan desprevenidos. Queremos ser útiles. No queremos decepcionar a nadie. Pero decir que sí cuando no estás seguro, o cuando tu corazón te dice que no, puede generar resentimiento, agotamiento y pérdida de confianza en ti mismo.
Los riesgos de ignorar el sí lento
Decir que sí cuando no lo sientes mina tu confianza y autoestima. Con el tiempo, puedes empezar a sentir que la vida te sucede a ti en lugar de contigo. Puedes sentirte agotado, con demasiados compromisos o incluso resentido, no solo con los demás, sino contigo mismo por no satisfacer tus propias necesidades.
Beneficios para la salud mental de practicar el consentimiento diario
Es una forma de autocuidado. No se trata de decir que no a los demás, se trata de decirte que sí a ti mismo. Reducir la velocidad para preguntarte cómo te sientes realmente antes de responder es un acto de autoconciencia y amor propio. Te conoces mejor. Aprendes qué te hace sentir bien y qué no. Empiezas a confiar en tus instintos.
También evita que te sientas abrumado. Cuando consideras primero tus necesidades y sentimientos, es menos probable que te extralimites y más probable que digas que sí a las cosas que te nutren, te desafían positivamente o te traen alegría.
A veces, un sí lento puede convertirse en un “sí, pero…” o “sí, si…”, donde puedes ofrecer un compromiso que respete tus límites.
Fortalece la confianza. Elegir cuándo y cómo decir sí o no puede ser increíblemente empoderador. Empiezas a darte cuenta de que puedes proteger tu tiempo y pedir lo que necesitas. Cada vez que defiendes tus derechos, refuerzas la importancia de tus sentimientos, de que tú importas.
Y ese poder se traslada a otras áreas de la vida. Empiezas a sentirte más cómodo al afirmarte, mantenerte firme en tus límites y confiar en ti mismo.
Mejora la toma de decisiones. Practicar el consentimiento te obliga a reducir la velocidad y a reflexionar. ¿Qué es importante para mí ahora mismo? ¿Es algo que quiero o algo por lo que me siento culpable?
Tienes más claro qué merece tu energía y empiezas a tomar decisiones que reflejan tus prioridades. Poco a poco, tu calendario, tus compromisos y tus conversaciones reflejan tus valores reales, no solo las expectativas de los demás.
Fortalece las relaciones. No a todo el mundo le gustarán tus nuevos límites. Algunas relaciones pueden cambiar, y eso está bien. Es parte del crecimiento. Pero esos cambios dan lugar a nuevas conexiones más sanas basadas en el respeto mutuo.
Las personas que te respetan aceptarán tu no con la misma facilidad que tu sí. Apreciarán tu honestidad. Con el tiempo, atraerás relaciones donde el consentimiento sea mutuo, donde ambas personas se sientan seguras al decir sí o no. Tendrás relaciones más profundas, más satisfactorias y más respetuosas.
Ejemplos de la vida real sobre el consentimiento cotidiano
Aquí hay algunas maneras en que el consentimiento se manifiesta en la vida cotidiana:
Toque: Acostúmbrate a preguntar antes de tocar a alguien o sus pertenencias, incluyendo dar un abrazo o tocarle el pelo.
Fotos e información personal: Pide permiso antes de tomar o publicar fotos de alguien, incluso de conocidos. Cuando alguien comparta su historia personal contigo, obtén el consentimiento antes de volver a compartirla.
Eventos sociales: Asegúrate de que todos los involucrados estén informados sobre el evento y acepten los detalles. Y no presiones a nadie para que acepte la opinión de la mayoría.
Conversaciones: Antes de adentrarse en temas profundos o emotivos, pregunta: “¿Es este un buen momento para hablar de esto?”.
Recuerda que el consentimiento es mutuo. Al pedir permiso, hazlo con sinceridad, para que la otra persona sienta que puede decir que no.
Entonces, ¿cómo se practica el sí lento?
Empieza por hacer preguntas. Averigua exactamente qué te piden y qué implica. Si aún no lo tienes claro, busca más información. Pregúntate si necesitas tiempo para pensar antes de responder.
Consulta tu intuición. ¿De verdad quieres decir que sí? ¿Dudas? Aquí tienes algunas maneras de comunicarte cuando practicas el sí lento y te tomas tiempo para decidir:
“Déjame pensarlo y te contesto”.
“Agradezco la oferta, déjame pensarlo primero”.
“Gracias por preguntar, ¿puedo consultarlo con la almohada?”.
No le debes a nadie una respuesta inmediata. Tomarse el tiempo para responder no es de mala educación; es respetuoso contigo mismo y con la otra persona.
El consentimiento es una práctica continua.
Cuanto más practiques, más cómodo y mejor te sentirás al priorizarte y dar tu consentimiento. Ya sea con familiares, amigos o un compañero de trabajo, tienes derecho a hacer una pausa, respirar y preguntarte: ¿Quiero esto?
Respeta tu sí y tu no. Empodérate respetando tu derecho a tomarte un tiempo antes de dar tu consentimiento. Mereces vivir una vida que se sienta como tuya.