A través de los ojos de alguien más.
Tenía 23 años cuando me diagnosticaron como positivo a VIH, recuerdo que no sabía exactamente lo que eso significaba, pero podía deducir en la mirada del médico que no era bueno.
La mañana que fui por mis resultados, esperaba impaciente en las butacas del consultorio. Las rodillas me temblaban como gelatina, mis manos estaban acalambradas y podía sentir como se llenaban de temor. No era mi primera vez ahí, pero si era la primera en la que sentía un miedo real cuando alguna enfermera gritaba mi nombre. “No debí dejar que pasara”. Ese pensamiento nublaba mi mente mientras miraba la luz de emergencia al fondo del largo corredor que tendría que recorrer en unos cuantos minutos más. Abruptamente la puerta de emergencias se abrió de par en par y pude ver una versión mas escuálida de Sebastián, un chico que conocí en ese mismo hospital hace unos meses atrás. En esta ocasión estaba siendo empujado en silla de ruedas, se veía cansado, demacrado y ciertamente marchito, empujado por una enfermera; pude ver en su mirada una profunda tristeza, mezclada con miedo e ira.
- ¿Y que si me llego a ver así?
Recordaba esas arcaicas clases de educación sexual que nos dieron en secundaria, que no eran otra cosa que el miedo infundado y todo lo que se supone debíamos hacer, con quien, y con quien no. Había escuchado historias y anécdotas de muchas personas que se sentían rechazadas por su orientación sexual y que incluso eran perseguidas e insultadas por su manera de vivir. ¿Que me irán a decir a mi si el resultado no es lo que yo quiero?
Cuando Sebastián se enteró, pude notar que su mundo entero se vino abajo, pasó de ser un chico popular en la universidad a ser totalmente rechazado, mientras la gente cotilleaba a sus espaldas, “eso le pasa por no cuidarse” decían algunos, mientras otros tantos lo señalaban. Su familia lo corrió de casa, perdió su trabajo, todo después de que le contase a su “mejor amigo” lo que le había pasado, por supuesto éste no esperó y esparció la noticia sumando incluso cosas que jamás pasaron.
Yo estaba totalmente aterrado, no sabía que podría ser de mi una vez que mi familia se enterara, que dirían mis amigos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de punta a punta. ¿Que pasaría si me ocurre lo mismo que a Sebastián? Mis ojos se nublaron mientras echaba mi cabeza hacia atrás, azotándola levemente contra el muro, deseando nunca haber dicho que sí. La humedad de los muros se concentró en mis ojos y una lágrima brotó, rodando sobre mi mejilla, me imaginaba de rodillas implorando por una oportunidad más.
¿Estas bien? – Dijo de repente una voz al lado mío, – Si, (mentí mientras me quitaba la lágrima) solo estoy algo nervioso.
Ella se veía radiante, completamente tranquila y podría decir incluso que feliz, había un contraste enorme entre lo que pasaba por mi mente y lo que veía ahora.
– Mira, me puedo dar una idea del porque estás aquí y que es lo que te pasa. Estoy segura de que tendrás mucho apoyo, tanto de tu familia como de tus amigos. No estarás solo, hoy en día hay muchísimas personas que viven una vida completa y normal, ya no es lo que solía ser. Existen tratamientos y mucha información al respecto y si no te sientes bien, siempre puedes buscarme; yo te voy a escuchar, sé que somos extraños y que es la primera vez que hablamos, pero siento que sé perfectamente como te sientes porque yo también estuve ahí. No hay razón para tener miedo, puedes tener una vida plena y feliz, pero todo esta en ti y en como tomes lo que venga.
Mi corazón latía mas rápido que antes, sabía en el fondo que ella tenía razón, no podía dejarme vencer tan rápido, sin importar cual fuese el resultado saldría de ahí siendo una persona diferente a la que entró.
Estaba a punto de decir algo, cuando la puerta al final del pasillo se abrió y una enfermera gritó mi nombre y casi por instinto di un brinco para levantarme, después la mire fijamente, – Te espero aquí – Esbozó con una ligera sonrisa mientras apretó mi mano.
No sabía lo que me esperaba, ni sabía realmente como iba a tomar el resultado, pero había una cosa que, si sabía… Me sentía mucho más tranquilo ahora.