Parece una broma pero ya llegamos a la recta final del 2021. Pasaron casi dos años desde el primer caso de COVID-19, y para muchos significa no haber parado ni un segundo, no haber descansado y el cuerpo lo sabe.
Sin embargo para más de uno, pasadas las 12 de la noche de las celebraciones del día de acción de gracia, se inicia un periodo de compras compulsivas. Paradójicamente a pocas horas de los buenos deseos y de gratitud pareciera que mágicamente hubiéramos perdido todo el encanto quedando hechizados ante el materialismo y el consumismo.
Conversando con unx amigx, que durante el fin de semana largo de acción de gracia no pudo disfrutar de sus seres queridos por razones de salud, me comentó con ánimo, que aprovecharía de la oportunidad y del tiempo que disponía a fin de deconstruirse frente a las narrativas establecidas acerca de estas celebraciones para poder así distanciarse.
Este llamado a la reflexión no logro desvanecerse del todo a pesar de un delicioso aroma que acariciaba mis narices, testimonio de lo que ocurría en la cocina, donde por primera vez mi pareja batallaba con un pavo. No obstante, decidí en nombre del “self-care” (autocuidado) callar unos segundos mi mente para dedicar unos instantes al cuidado de mi persona, cosa que no había hecho en algún tiempo. La verdad no me arrepiento, me veía y me sentía divina durante la cena en compañía de nuestros amigxs.
Las fiestas de fin de año pueden ser una linda fecha para el reencuentro con los seres queridos así como la celebración, pero también suelen generar muchísimo estrés y ocasionalmente desencadenar síntomas de depresión.
Después de un fin de semana de mirar una tras otra películas navideñas, con mi pareja entendimos sin dificultad la confluencia de sentimientos que se generan a raíz de esta temporada. Por un lado, la “necesidad” de complacer y agasajar a todos con un obsequio, la tristeza que surge de la idea de celebrar sin aquellos que ya no están, además de los “malos entendidos” que pueden nacer debido a las largas cenas que se acostumbran para la ocasión, sumado a la pandemia y el hecho de que algunos no llegaremos a reunirnos con nuestras familias.
¿Cómo conciliar salud mental con las celebraciones de fin de año?
Respiremos, como bien dijo mi amigx, tratemos de tomar distancia. Ciertamente, no siempre es fácil hacerlo solo, puede que precisemos de la ayuda de un profesional. Si este es tu caso, que no te de vergüenza no gastar tus verdes, llámense dólares o la moneda que uses en regalos; preferiblemente inviértelos en tu cuidado personal, ya sea en terapia o lo que creas necesario para sentirte mejor.
¡Ante todo AUTOCUIDADO! A veces el mejor regalo que le podemos dar a nuestros seres queridos es el de estar bien nosotros mismos. Habrá miles de ocasiones para comprarles regalos o agasajarlos en el futuro.
Es importante entender los festejos de fin de año, a manera de costumbre y no una obligación.
Ahora bien, si eres de los que te encantan las fiestas y felizmente, tu estado de ánimo va mejorando a medida que se acerca el fin de año, en hora buena, mejor aún si te gusta regalar y no genera un peso sobre tus finanzas. En estos casos estoy a favor de los regalos que entran en la categoría de bienestar (wellness) y autocuidado ya que son una buena opción que contribuyen al espíritu de las festividades sin promover el concepto material de las fiestas. Aparte de que en algunas ocasiones con un solo regalo puedes agasajar a varias personas. Estos presentes vienen bien en particular para aquellas personas que se dedican al cuidado de los demás a modo de agradecimiento por todo lo que hacen para la familia y la comunidad. En los últimos años me he inclinado hacia regalar experiencias, paseos grupales, masajes, tarjetas de regalo para un lugar específico entre otros.
¡Para el fin de año 2021 exploremos otras formas de regalar y celebrar, a fin de que el bienestar, el cuidado, al igual que la salud mental se conviertan en valores centrales de nuestra nueva manera de convivir con el otro y nosotros mismos!