Cuántas veces tus amigos o familia preguntan: ¿Como estás? Y simplemente contestamos con un “bien” pero ¿Realmente nos encontramos bien? Estoy segura de que, en ocasiones, así como yo, tú también mueres de ganas de contestar un “En realidad NO”.
El día a día, la vida misma es desgastante y conforme crecemos se van acumulando sentimientos, traumas, tristezas, experiencias y un sinfín de circunstancias que nos van marcando y que por desgracia, no tratamos a tiempo, no lo hablamos o simplemente lo dejamos pasar.
Tenía apenas 17 años, estudiaba 5to semestre de preparatoria, me preparaba con el propedéutico para entrar a la carrera de Derecho en la universidad, jugaba fútbol, tenía un trabajo de medio tiempo capturando ingresos y egresos de una bodega que vendía alimentos para ganado, ayudaba a mi madre con las cosas de la casa y además me daba tiempo para ver a mi novio de 8 a 10pm.
Mis días comenzaban a las 6:00 am y a veces terminaban mucho después de medianoche haciendo tareas para no bajar mi promedio de la escuela o leyendo tantos libros para presentar los trabajos de cada sábado en la universidad. Y lo más difícil es que en casa, mis padres estaban a punto de divorciarse.
Comencé a presentar un tipo de ronchas en el cuello, y brazos, me daban mucha comezón y no eran para nada estéticas, lo primero que hice fue acudir con un médico general, después un dermatólogo, el cual me dio de muchas cremas especiales que no lograron curar el padecimiento. Deje de usar perfumes, cremas con aroma, use cuanto remedio me recomendaron y nada podía controlar las ronchas que cada vez eran más y más extensas.
Una noche antes de dormir me faltó el aire, mis latidos del corazón parecía que estaban en mis oídos y yo veía el techo tan lejos y oscuro. Asustada, fui con mi Mamá, ella me midió el pulso y me dijo que nos fuéramos al hospital. 170 latidos por minuto. ¡Taquicardia! ¿Pero cómo? 17 años y con problemas en el corazón. ¿Te drogas? Fue la pregunta que constantemente me hacían en el hospital. Una mezcla de medicamentos que me recetó el último médico al que acudí para mi problema “dermatológico” y todo el estrés acumulado, fueron la causa. Mi cuerpo habló, lo que yo tanto callé. Pareciera que mi “yo” interna se estaba manifestando, reventé sin decir una sola palabra. “Tiene que dejar alguna de las tantas actividades que realiza y controlarse. Usted es muy joven para tener este tipo de problemas por estrés”. Fue lo que dijo el médico internista mientras revisaba mis estudios.
Hoy se habla mucho de la ansiedad y hoy sé, que lo que tuve en aquellos años era eso, un cuadro de estrés, ansiedad, ataque de pánico, incluso hasta depresión. Era más de lo que una adolescente podía aguantar, pero nadie me preguntó si yo estaba BIEN. No me tomé tiempo para mí misma porque no quería huir de “mi realidad”.
La depresión y la ansiedad no siempre son sinónimo de personas tristes, no tienes que estar acostada llorando para saber que estás deprimido. Hay muchos casos de suicidio en personas que aparentemente “tenían todo” “se veían bien”.
Normalicemos preguntar a nuestros seres amados: ARE YOU OK?
¿Realmente estás bien? Y decir te escucho, estoy para ti, no tienes que poder con todo, está bien llorar, decir no puedo. Detenerte un momento a pensar en ti. Pedir ayuda. Los tiempos son cada vez más complicados, nos enfrascamos en la rutina.
Cada vez es más alto el índice de suicidios por depresión.
No estás solo… En el mundo existimos tantas y tantas personas lidiando con nuestras propias batallas, seamos empáticos y apoyémonos unos con otros.
El 8 de Septiembre es el día de ARE YOU OK? En Estados Unidos y con esto tratamos apoyarnos unos a otros, especialmente a aquellos que están pasando por un momento difícil. El mensaje clave es que la conexión social y la búsqueda de ayuda positiva pueden ayudar a las personas en crisis y es una responsabilidad total de la comunidad.
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